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Sociedad

El Centenario del Gran Capitán

Con motivo de la conmemoración de un nuevo aniversario de la Batalla de Maipú, el 5. Abr. 1877 el Presidente de la Nación Dr. Nicolás Avellaneda convocó a sus conciudadanos para cumplir con el postergado deseo del General San Martín establecido en la cláusula cuarta de su testamento.

Para ello, el primer mandatario optó por publicar en los medios de prensa una memorable convocatoria al pueblo argentino invitándolo para que “desde el Plata hasta Bolivia y hasta los Andes, a reunirse en Asociaciones patrióticas, recoger fondos y promover la traslación de los restos mortales de José de San Martín, para encerrarlos dentro de un monumento nacional bajo las bóvedas de la Catedral de Buenos Aires”.[1]

Como bien lo señaló el historiador Carlos Páez de la Torre (h), Avellaneda encontró cada día más difícil gobernar con el mitrismo resentido y en feroz oposición, es por ello que apeló a honrar la memoria de los héroes de la revolución, lo que generaba gran entusiasmo entre los argentinos, como una inmejorable manera de iniciar el diálogo con la oposición, como un “…esfuerzo para atraer a todos a un terreno común, en el que pudiéramos entendernos y concertarnos por un motivo dado, haciendo cesar siquiera por un momento los disentimientos implacables”[2]

La proclama del Presidente Avellaneda y la creación de Comisiones en todo el país, retemplaron el espíritu patriótico de un pueblo ansioso de honrar la memoria del más ilustre de sus hijos.

En ese contexto, en medio de los preparativos para el retorno definitivo del Libertador, se interponía una inmejorable ocasión para tributarle honores, el Centenario de su nacimiento.

Para que así suceda, el 14.Ene.1878 el Presidente de la Nación decretó:

“Considerando que el 25 de febrero entrante se cumplen cien años desde el día en que vino al mundo el brigadier general don José de San Martín, y que el pueblo y el gobierno argentino se hallan en el deber de celebrar el centenario del primer capitán de los ejércitos de la independencia, que con su genio y con su espada contribuyó poderosamente a dar la libertad a tres naciones, fundando su independencia.

Que a fin de dar al pueblo la mayor participación posible en esta fiesta, conviene que ella sea presidida por comisiones numerosas que le impriman un carácter más popular.

El Presidente de la República DECRETA

Art. 1° Declárase feriado para las oficinas públicas de la nación en todo el territorio de la República el día 25 de febrero del presente año, con excepción de la aduana.

Art. 2° Nombrase una Comisión Central en esta ciudad, compuesta de los siguientes ciudadanos: Dr. Miguel Goyena, Dr. Olegario Ojeda, don José M. Estrada, Dr. Aristóbulo del Valle, Dr. Pedro Goyena, Dr. José C. Paz, don Olegario Andrade, Dr. Eduardo Wilde, Dr. Manuel M. Zorrilla, Dr. Dardo Rocha, Dr. Carlos Pellegrini, Dr. Ricardo Gutiérrez, Dr. Manuel A. Montes de Oca, Dr. Wenceslao Pacheco, Dr. José A. Terry, Dr. Emilio Lamarca, Dr. Norberto Quirno Costa, Dr. Ignacio Pirovano, Dr. Luis V. Varela, Dr. Emilio Villafañe, Dr. Manuel Llavallol, Dr. Guillermo White, Dr. Estanislao S. Zeballos, Dr. Bernardo Solveyra, Dr. Aurelio Prado y Rojas, Dr. Héctor Álvarez, Dr. Carlos Salas, Dr. Hugo A. Bunge, Don Carlos Encina, Dr. Lucio V. López, Dr. Roque Sáenz Peña. Secretarios: Dr. Ángel G. Carranza Mármol y don Luis F. Fuentes.

Art. 3° Esta Comisión será presidida por el Dr. Manuel Quintana.

Art. 4° La comisión se subdividirá en subcomisiones para el mejor desempeño de sus funciones.

Queda encargada de organizar una conferencia literaria en honor del general San Martín, así como de proponer al gobierno los demás medios que juzgue oportunos para la celebración del centenario, y promover por el nombramiento de otras comisiones la realización de conferencias análogas en las demás ciudades de la República. El producto de las conferencias se destinará a aumentar los fondos de repatriación que actualmente se recolectan.

Art. 5° Invítese por el Ministerio del Interior a los gobiernos de las provincias, a asociarse en este acto de reconocimiento nacional en la manera que lo hallen conveniente.

Por su parte, la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires quiso también tomar parte en la organización de los festejos, a tal fin dictó el 7.Feb.1878 una Ordenanza que en sus puntos salientes decía que:

“Art. 1° En las noches de los días 23, 24 y 25 de Febrero, será iluminada extraordinariamente la plaza de la Victoria y los edificios públicos que la circundan y se invitará al vecindario del municipio nacional y extranjero a hacer otro tanto en el frente de sus casas, enarbolando a la vez en estas el pabellón nacional.

Art. 2° La Municipalidad mandará acuñar tres mil medallas de cobre para distribuir al pueblo, conmemorativas del aniversario que se festeja. En el anverso de esta y en se centro irán colocadas las armas de la Ciudad de Buenos Aires, bajo de ellas la fecha “25 de febrero de 1878” y en la circunferencia, la siguiente inscripción: “El Municipio de Buenos Aires al gran capitán de la Independencia de América”. En el reverso irá colocado el busto de D. José de San Martín, orlado por dos ramas de laurel y en la circunferencia este mote: “El Pueblo agradecido, al libertador D. José de San Martín, en su centenario”.

Art. 3° En la noche del día 25 de abrirán los Salones Municipales en honor a los guerreros que contribuyeron con su brazo a la Independencia Argentina y que aún sobreviven: invitándose las autoridades nacionales y provinciales y altos cuerpos del Estado a que concurran igualmente para mayor solemnidad del acto.

Con motivo de la propuesta realizada por la Comisión del Centenario a la Municipalidad de Buenos Aires tendiente a sustituir el nombre de la Plaza de Marte por el de Plaza San Martín, el 15.Feb.1878 esta última consideró justo “honrar a aquel guerrero, dándole también a dicha plaza su nombre, pues que a ella convergen las calles que recuerdan las batallas principales que simbolizan su gloria y la fundación de nuestra Independencia”.

En virtud de ello dictó una Ordenanza por medio de la cual la entonces Plaza de Marte, en la que desde el 13.Jul.1862 estaba emplazada la estatua ecuestre del prócer, pasó a llamarse “Plaza San Martín” tal y como la denominamos en la actualidad.

Por su parte, la Provincia de Buenos Aires adhirió a los festejos, tal es así que el 21.Feb.1878 Carlos Casares y Bonifacio Lastra refrendaron un decreto por medio del cual la jornada del 25 se declaró feriada. Además concurrió con la suma de cuarenta mil pesos a los gastos de la celebración, entregando aquellos emolumentos a la Comisión Nacional creada para dicho fin.

A su vez la Comisión del Centenario fue ampliada en sus miembros, ya que a la nómina original se sumaron: Domingo Frías, Delfín Gallo, Nicolás Achával, Miguel Cané, Carlos Guido y Spano, Melchor Rom y Luis Silveyra Olazábal.

Para una mejor organización, se nombró una Comisión Central de Fiestas, que tendría sus sesiones en la calle Cuyo 191/195, compuesta por Jaime Llavallol, Adolfo Bullrich, Bartolomé Mitre y Vedia, Juan Cruz Varela, Eugenio Blanco, Enrique Aberg, Alejandro Paz, José I. Garmendia, Ignacio Oyuela, Guillermo Moores, Germán Elizalde, Eliseo Acevedo y Enrique Lezica, conjuntamente con una Comisión de Marina y otra destinada al arreglo del parque 3 de Febrero.

El 15 de febrero, la Comisión del Centenario publicó un manifiesto invitando al pueblo de la siguiente manera:

“Buenos Aires, la capital histórica de la República Argentina, la grande iniciadora de la emancipación de Sud América, se prepara a festejar dignamente el aniversario del general San Martín.

Los recuerdos que este solo nombre evoca están grabados indeleblemente en nuestra historia, y son un timbre glorioso para los libres de todo el Continente. Con especialidad los argentinos se enorgullecen de honrar esos recuerdos, hallándose a ellos vinculada en el pasado la suerte de la patria.

Hoy que se trata de un público homenaje a la memoria del ínclito varón que la ilustró con sus victorias, debe esperar que la manifestación del júbilo popular no sea perturbada por ningún acto que impida el fiel y exacto cumplimiento del programa general adoptado por esas solemnes fiestas por la Comisión Central de las mismas.

Reine, pues, por todas partes el alborozo, el orden, la confraternidad. Nuestra fiesta patriótica será realmente magnífica, si al concurso que den a su esplendor los ciudadanos, se une el respeto de sí mismo, y a la cooperación de que han menester para el buen desempeño de su cometido, los encargados de dirigirla.

La Comisión del Centenario temería ofender la susceptibilidad de un noble pueblo, insistiendo en la conveniencia de dar honroso ejemplo de moderación y cultura.

La dignidad de los habitantes de Buenos Aires responderá del orden”.[3]

  

Los festejos del 22 al 24

El 22 de febrero se iniciaron los festejos habiéndose adornado todas las casas de la capital con banderas de la Nación. Se colocó en el frente del Cabildo un gran letrero con la inscripción “Honor a San Martín”.

A su vez, fueron colocados arcos que daban entrada a la plaza de la Victoria y en la del Retiro, con inscripciones alusivas a las campañas y hechos notables protagonizados por el Gran Capitán.

El 23, y pese al mal clima imperante en las primeras horas del día, se desarrolló una procesión cívica en honor al prócer, formaban parte de la misma los cadetes del colegio militar y los grumetes de la armada, junto con alumnos de las escuelas públicas.[4]

El desfile, que duró dos horas, partió desde la Plaza de la Victoria pasando por la calle Florida, que estaba totalmente decorada con arcos de luces y gallardetes, hasta llegar a la Plaza San Martín, en donde cada uno de los manifestantes depositó un ramo de flores al pie de la estatua ecuestre.

En la noche del 23 se realizó una fiesta veneciana en el rio, bajo una ciudad totalmente iluminada para la ocasión.

Por su parte, el 24 se efectuaron las maniobras militares en el Hipódromo de Palermo, bajo las órdenes del General Julio de Vedia.

Conferencias Literarias en el Teatro Colón

Inició las mismas el Dr. Manuel Quintana, Presidente de la Comisión del Centenario con las siguientes consideraciones: “Mañana hará un siglo que n la derruida capital de la provincia de Misiones naciera modestamente un niño que traía estampado sobre su frente el sello luminoso del genio y de la gloria (…) Tan puro como Belgrano, más abnegado que Bolívar, y primer capitán de su época, nadie puede ostentar títulos más acrisolados al renacimiento de los pueblos que redimiera por el esfuerzo aunado de su genio y de su audacia (…) el fallo justiciero de la realidad le proclama en alta voz el primera en la paz, el primero en la guerra y el primero en el amor de sus conciudadanos”.[5]

Luego de ello, Ricardo Gutiérrez, Carlos Encina y Olegario Víctor Andrade fueron los encargados de presentar sus composiciones literarias, alternadas con piezas de música ejecutadas magistralmente por la orquesta del Colón.

Una de las piezas que mereció el aplauso unánime de los presentes fue la llamada “La Pampa” poema sinfónico compuesto por el Maestro Saturnino Filomeno Berón.

Allí mismo, con la maestría que lo caracterizaba, el General Bartolomé Mitre leyó un trabajo de su autoría intitulado “Las Cuentas del Gran Capitán” en el que resaltó la vida austera sencilla y económica de San Martín, en ese marco singular, finalizó su alocución de la siguiente manera: “Por último, celebramos hoy su apoteosis en su primer centenario – el primero entre nosotros – y de hoy en adelante, mientras la tierra argentina produzca hombres libres, mientras el sol de nuestra bandera no se eclipse, mientras lata en ella un solo corazón y vibre un labio que repercuta sus generosos latidos, el nombre de San Martín continuará glorificado de siglo en siglo”.

Pero aún nos queda algo más que hacer, para pagar nuestra deuda histórica. ¡Todavía le debemos los siete pies de tierra de la tumba! El día que repatriemos sus huesos desterrados, el día que los abracemos con amor y con palmas en las manos los confiemos al seno de la madre fecunda que los crió, en ese día se habrá cerrado el balance de la histórica cuenta, porque sólo entonces descansarán en el blando seno de nuestra patria, los huesos quebrantados del último de sus grandes proscritos de ultratumba”.[6]

La apoteosis del Centenario

El 25 de Febrero, todo estaba dispuesto para coronar la festividad destinada al prócer. A las diez y media de la mañana concurrieron a la casa de gobierno, los jefes y oficiales del ejército, acompañados de los guerreros de la independencia con el objeto de escoltar al Presidente al clásico Tedeum en la Catedral.

Aguardaba allí una destacada comitiva integrada por los ministros de Estado, miembros de la Comisión para el Centenario, y los representantes diplomáticos de Chile, Brasil, Austria, Italia, Inglaterra, Francia y Alemania, entre otros.

Terminado el tedeum ejecutado por el Arzobispo León Federico Aneiros, todas las miradas se dirigieron hacia la Capilla Nuestra Señora de la Paz, lugar elegido para contener los restos del general San Martín. Allí, el Arzobispo bendijo la piedra fundamental del mausoleo, y el escribano mayor del gobierno dio lectura al acta de la erección del monumento.

En ese marco solemne, se preparó la mezcla que debía arrojarse para recubrir la piedra recién bendecida, para ello se utilizaron herramientas de acero pulido con mangos de caoba, siendo el Presidente Nicolás Avellaneda el primero en arrojar la primera cucharada, le siguieron el Arzobispo Aneiros, Manuel Quintana, Diego Barros Arana, Bartolomé Mitre, Rufino Guido, Eustaquio Frías, Nicolás de Vega, Gerónimo Espejo, Evaristo Uriburu, José María Pinedo, Manuel Allende, José María Jarquín, y el presidente de la Municipalidad Enrique Perisena.

La memorable jornada continuó en los salones de la Municipalidad de Buenos Aires, para homenajear allí a los ancianos guerreros de la Independencia. El Intendente Enrique Perisena abrió el acto, cediendo luego la palabra al General Emilio Mitre que dijo “…Señores Generales, jefes, oficiales  soldados de la independencia argentina, el nuevo ejército de la República saluda en vosotros al antiguo, al heroico, al inmortal ejército argentino de nuestros grandes tiempos, cuyos hechos nos servirán siempre de norma y cuya bandera envuelta por el humo de cien batallas será nuestro guía en medio del combate, en medio de la paz y en las grandes festividades cívicas que, como la de hoy conmemore vuestras hazañas…”.

Seguidamente hizo uso de la palabra el General Nicolás Vega, con lágrimas en sus ojos el anciano veterano de la independencia declaró: “Señor General, los recuerdos que acabáis de invocar y me reconozco incapaz de explicar los sentimientos que me inspiran. Estos son los mismos, ciertamente, de todos los guerreros de la independencia que nos escuchan a ambos. Son también los del pueblo argentino en esta fiesta secular del gran capitán San Martín y están destinados a grabarse en el corazón de nuestros hijos…”.

La emoción y algarabía era de tal magnitud, que el Presidente Avellaneda pidió que “el himno de Mayo acompañe esta escena, entretanto nosotros no la olvidaremos” siendo este ejecutado de inmediato por las bandas militares.

A continuación, y en otro de los salones de la Municipalidad se repartieron las medallas que se acuñaron con motivo de los festejos.

Por la tarde se llevó a cabo una imponente procesión cívica, cuyo trayecto iba desde la Plaza de la Victoria hasta la Plaza San Martín, “desde las tres de la tarde, la plaza de la victoria, las recovas, calles adyacentes, azoteas, balcones y ventanas contenían una muchedumbre de más de cuarenta mil almas (…) desde las seis y quince minutos, se movió la prolongada columna en el orden siguiente: Abriendo la marcha el jefe de policía, teniente coronel Domingo Viejobueno, con algunos comisarios y un piquete de gendarmes. Inmediatamente después los Húsares de la escolta presidencial (…) enseguida la gran banda musical de ciento setenta ejecutantes dirigida por el maestro Raigneri (…) seguía una fila de los miembros de los gobiernos nacional y provincial en este orden: Presidente de la República – Vicepresidente de la misma – Ministros del Interior y de Justicia, Culto e instrucción Pública, Ministro de Chile Sr. Barros Arana, único miembro del cuerpo diplomático que concurrió”.[7]

El segundo grupo lo conformaban los miembros de la Comisión del Centenario, el siguiente por  los integrantes del Congreso Nacional y legisladores de la Provincia de Buenos Aires, los miembros de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires entre otros. Seguía luego en un carro simbólico[8], que era arrastrado por seis caballos tapados con mantas blancas festonadas de galón de oro y con grandes soles dorados en las esquinas, un busto del General San Martín en yeso, obra del escultor Romairone.[9]

Al pie de la estatua aguardaban los antiguos compañeros de armas del Libertador, aquellos ancianos guerreros, con sus cabezas descubiertas, formaban un grupo que inspiraba ternura y veneración de un pueblo conmocionado. Sobre este singular momento el Presidente Avellaneda, dirá “Sentíamos dentro de nosotros dilatadas todas las fibras del entusiasmo y de la vida. La emoción era suprema. Era el entusiasmo de la mente, era sobre todo la ebriedad del corazón (…) allí se habían presentado voluntariamente (los ancianos veteranos) rodeando la estatua, venciendo edad y dolencia para hacer su última guardia”.[10]

La escena era magnífica, y aún cuando no estaba previsto en el programa, vino a completarla la palabra del General Mitre, que saludó a cada uno de los guerreros por sus nombres y por las proezas que protagonizaron, así: “Al general Frías, sargento de Pasco, al General Guido, cadete imberbe en 1812, al general Vega doble representante de los principios liberales de Padilla en España, la gloriosa madre cuya sangre llevamos, y de los guerreros de los Andes, en cuyas filas militó. Llamó al Coronel Espejo, el niño voluntario de Mendoza, en Chacabuco, Maipú y Lima; al Coronel Uriburu, guerrillero en Salta, que rechazaron tantas invasiones del enemigo y de la patria, al Coronel Quesada, vencedor en los muros de Montevideo.” [11]

Le siguió en el uso de la palabra el Presidente Nicolás Avellaneda “… Señores: Esta escena es solemne como una sentencia histórica es al mismo tiempo contemporánea y tocante como el adiós dado a un moribundo. Somos el pueblo y formamos la posteridad para nuestro héroe. El uno consagra su culto y el otro se levanta sobre su pedestal alto y firmísimo: el juicio de un siglo (…) Señores: Hemos concluido, dejemos ahora al héroe sobre su pedestal que subirá más alto en cada siglo”.[12]

La inmortal e inolvidable jornada finalizó con el desfile de aquellos veteranos, que alzados en brazos fueron subidos a los carruajes destinados a tal fin, lo hicieron en medio de un pueblo exaltado, bajo un arco del triunfo levantado sobre la calle Maipú y Florida. Por las calles perfectamente iluminadas rumbo a la plaza de la Victoria marchó el pueblo en una columna numerosa portando antorchas en sus manos. Miles de personas ocuparon las calles honrando al Libertador, según el diario La Nación hubo aproximadamente 30 mil almas en la procesión.

Vale resaltar que si bien el epicentro de los festejos fue en Buenos Aires, el centenario de San Martín fue celebrado en diversas ciudades a lo largo del país, destacamos las realizadas en Concepción del Uruguay y en Rosario. En esta última, participó un hijo de San Lorenzo y futuro General de la Nación, un joven Pablo Riccheri.

Del otro lado de Río de la Plata, el gobierno uruguayo quiso también sumarse a la celebración, para ello obsequiaron el famoso cuadro de Juan Manuel Blanes “La Revista de Rancagua”, que actualmente se exhibe en el Museo Histórico Nacional.[13]

Allende los Andes, el aniversario sanmartiniano tampoco pasó desapercibido, dado que el 25 de Febrero se celebró en la plaza principal de la capital chilena un festival de bandas militares, decretándose además dos salvas mayores de artillería para honrar la memoria del Libertador, siendo uno de los artífices de los festejos el historiador Benjamín Vicuña Mackenna.

Las medallas acuñadas para la solemne ocasión fueron distribuidas en los salones de la Municipalidad en un acto con presencia de autoridades nacionales y provinciales. Las de oro estaban destinadas a los guerreros de la Independencia participantes de Chacabuco y Maipú, las de plata se distribuyeron entre las comisiones del centenario y de los poderes públicos, mientras que las de cobre, destinadas al pueblo fueron arrojadas a la multitud desde los balcones del palacio municipal.

También la Municipalidad dispuso que una de las medallas de oro que se mandaron acuñar en celebridad del centenario del ilustre guerrero fuera obsequiada a la nieta del Gran Capitán, única descendiente supérstite; quien desde Kreuznach[14] acusó recibo de tan valioso recuerdo en los expresivos términos de esta comunicación:[15]

Kreuznach, 27 de Junio de 1878

Señor Presidente:

No hallo palabras que expresen como yo quisiera, los encontrados sentimientos que he experimentado a la lectura de la honrosa comunicación de esa digna Municipalidad, que acompañaba el ejemplar de la medalla de oro, conmemorativa del centenario de mi venerado abuelo el Brigadier General D. José de San Martín.

La más profunda gratitud y entusiasmo, como Argentina y como nieta del General, se confundían con los tristes recuerdos de familia que despertaba en mí y con el pesar de no haber podido asociarme de otro modo que con el pensamiento a la grandiosa manifestación de todo un pueblo que honraba la memoria de mi ilustre antepasado. Esa digna Municipalidad ha mostrado hacia mí la más delicada atención, acordándose de que existe aún, una sola descendiente del Ciudadano que tantos servicios prestó al Pueblo Argentino.

Al enviarme la medalla del Centenario, digna por todos conceptos, de la fecha que conmemora y de la Corporación que la ha hecho acuñar, me honra y me obliga sobremanera, rindiendo a la vez un nuevo tributo a la memoria de mi inolvidable abuelo.

Ruego a Ud. Sr. Presidente, se sirva ser intérprete de mis sentimientos de profunda gratitud hacia esa ilustrada y digna Municipalidad y recibir a la vez por ello las muestras de mi particular agradecimiento, con las seguridades de mi distinguida consideración.

Josefa Balcarce y San Martín de Gutiérrez Estrada

Este documento es el primero que conocemos de “Pepita” -de los muchos que vendrían después- dado que al morir su padre, Don Mariano Balcarce (20.Feb.1885), será Josefa la que continúe enviando inéditos documentos del prócer a Bartolomé Mitre para su monumental obra “Historia de San Martín y de la Emancipación Sudamericana”.

Fue entonces, una vez más,  la Municipalidad de Buenos Aires, la que tuvo el honor de dar el puntapié inicial en los sucesos más importantes de la glorificación del prócer y en relación a la traslación de sus restos, la que promueva la loable medida de obsequiar a Josefa Balcarce, la nieta menor y por entonces única sobreviviente, una medalla de oro acuñada con motivo de los festejos por el Centenario del Natalicio del ilustre guerrero en la histórica y emotiva jornada de aquel 25 de febrero de 1878.

(*) Por Martin F. Blanco, abogado e investigador, coautor junto a Roberto Colimodio de la obra “Repatriación de los restos del General San Martín.  Un largo viaje de treinta años (1850-1880).

[1] AVELLANEDA, Nicolás: “Los restos del General San Martín, el Presidente de la República a sus conciudadanos”. BA. 1877. pág. 8. La Tribuna.

[2] PÁEZ DE LA TORRE (h), Carlos: “Nicolas Avellaneda, una biografía”. BA. Pág. 247. Planeta.

[3] CARRANZA, Adolfo: “San Martín”. BA. 1905. Museo Histórico Nacional.

[4] OTERO, José Pacífico: “Historia del Libertador Don José de San Martín”. BA. 1978. T. VIII.

[5] OTERO.ob.cit.

[6] ANTOLOGÍA SANMARTINIANA: “El Centenario de su Natalicio…”. BA. 1950.

[7] CARRANZA. ob. cit.

[8] Al respecto, el diario “La Nación” del 27.Feb.1878  señaló que “los carros triunfales y alegóricos que los conducían (en referencia al busto del prócer y a la estatua de la República) han sido arreglados bajo la dirección del distinguido arquitecto señor Aberg (…) el trabajo de tallado y dorado se ha hecho en la carpintería del señor Carlos Sackman, calle de Montevideo entre Cuyo y Corrientes. El pintor de los carros triunfales fue el señor Adolfo Sackman, hermano del carpintero”. Los mismos del carro fúnebre de 1880.

[9] Tanto Otero como Carranza sostienen que el busto del Gral. San Martín fue obra del escultor Camilo Romairone. Sin embargo, en la edición del 27.Feb.1878 el diario “La Nación” informó que “El busto de San Martín y la estatua de la República han sido trabajados por el señor Pablo Binder, que tiene su taller en la calle Santa Fe, al lado de la estación Centro-América. Este artista ha realizado su obra en diez días, trabajando de día y de noche con un celo y perseverancia dignos del mayor encomio…”.

[10] OTERO: Ob. cit.

[11] CARRANZA: Ob.cit.

[12] Ibidem.

[13] En la sesión extraordinaria del 13. jul.1877, de la Comisión Central, el señor Aurelio Prado y Rojas expuso que tenía un encargo del pintor Blanes para proponer a la Comisión la compra por 3.500 pesos fuertes del cuadro “San Martín en Rancagua” al objeto que sea rifado por aquella, a fin de destinar el excedente que se obtenga sobre ese precio a los fondos para la repatriación. Surge del Acta, que luego de intercambiar algunas palabras sobre este punto, se declaró que no era de la competencia de la Comisión aceptar esta solicitud.

[14] Kreuznach, ciudad alemana, perteneciente al Estado Federado de Renania.

[15] “Memoria del Presidente de la Comisión Municipal al Concejo, correspondiente al ejercicio de 1878”, BA. 1881. págs.341/342. Biedma.

INSTITUTO NACIONAL SANMARTINIANO

 

 

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