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Opinión

La rebelión de los gobernadores II: cómo la grieta se metió en la cuarentena

A fines de abril, cuando la cuarentena por el coronavirus recién había cumplido su primer mes, el presidente Alberto Fernández se tentó con una picardía política. Para el anuncio de la prórroga de las restricciones, que por entonces eran durísimas, sorprendió en vivo adelantando que los chicos podrían tener una hora de esparcimiento diario. Fue uno de los primeros caramelos que buscó ofrecerle a la sociedad para ir aliviando el encierro. Pero aquella sorpresa derivó en un desplante: los gobernadores de los cuatro principales distritos del país (las dos Buenos Aires, más Córdoba y Santa Fe) sacaron un comunicado conjunto para avisar que no habría ningún afloje. Todos los pibes adentro.

Aquella rebelión tenía un condimento particular. Unía a mandatarios de distinto ADN partidario. Un macrista (Horacio Rodríguez Larreta), un kirchnerista (Axel Kicillof), un peronista independiente (Juan Schiaretti) y un oficialista moderado (Omar Perotti). Días atrás, como si fuera la saga de una película, un par de esos mismos actores encabezaron La rebelión de los gobernadores, parte II. Fueron el porteño y cordobés, y sumaron enseguida al mendocino Rodolfo Suarez, un radical opositor de Juntos por el Cambio. Los tres, rápido y en paralelo, avisaron que no acatarían la recomendación del Presidente de prohibir la circulación entre las 23 y las 6 AM. Si la primera vez se habían despegado para ser más restrictivos, ahora recorrían el camino inverso.

¿Qué tienen en común los tres mandatarios? Entre otras cosas, gobiernan las provincias más anti kirchneristas del país. Como viene contando este diario, en la Ciudad, en Córdoba y en Mendoza, no sólo se mantiene un fuerte rechazo a la figura de Cristina Kirchner, sino que allí también fue cayendo la valoración de Alberto Fernández. Tanto que, en las tres, según datos de la consultora CB, ya lo supera Larreta. Impensado cuando arrancó la pandemia.

La decisión fue más política que sanitaria. Efecto grieta. Sobre todo, en CABA, que pasó de un promedio de 300 casos diarios a superar los 1.400 contagios la mayoría de los días de la semana. Córdoba está un escalón más abajo y Mendoza sí se encuentra claramente en mejor posición.

El gobernador de Santa Fe, en tanto, esta vez se plegó a las recomendaciones de Fernández. Tiene lógica: la provincia viene con un promedio alto de contagios e incluso en el total pasó a la Ciudad.

¿Y la provincia de Buenos Aires? A su modo, Kicillof también terminó cediendo a la presión, pero de los intendentes. En particular los de los municipios turísticos, que se niegan a enfriar una temporada que ya de por sí viene bastante tibia en términos económicos.

Pese a tener un discurso muchos más duro -sobre todo en boca del vice de Salud, Nicolás Kreplak-, el gobernador bonaerense terminó copiando el modelo porteño, para mantener abierta la circulación, pero cerrando un poco más temprano (a la 1 AM) bares y restoranes. De todos modos, el gobernador mantiene el acting restrictivo: este martes volvería a juntarse con los jefes comunales de la Costa para pedirles que refuercen los controles.

¿De la unanimidad al recule?

Cuando ya se discutía la posibilidad de sumar restricciones, el Presidente decidió hacer el último miércoles una videoconferencia con unos 20 gobernadores. Cuando terminó el intercambio, Fernández hizo trascender que había "unanimidad" para avanzar en el toque de queda sanitario, de 23 a 6. "La idea es volver a como fue la fase 1", explicaba por esas horas a Clarín un alto funcionario de la Rosada.

¿Qué pasó para que esa presunta dureza terminara luego en una recomendación no vinculante para las provincias? "Es cierto que había unanimidad. Pero después los gobernadores empezaron a recular y Alberto se quedó sin margen", resumió a este diario un ministro nacional que siguió al tanto la negociación. Entre los apuntados, claro, está el trío de CABA, Córdoba y Mendoza.

En la Ciudad, según le consta a Clarín, de arranque preferían no cortar la circulación, aunque sí reconocían la necesidad de imponer mayores restricciones. También especularon con picardía: "Que el costo lo pague Nación", se entusiasmaba un funcionario cercano a Larreta. En el Gobierno porteño siempre se preocuparon por transmitir un discurso aperturista, a tono con los deseos de la mayoría de sus vecinos. Y disfrutan cuando los kirchneristas más duros atacan a sus vecinos/votantes.

El caso inverso al de Larreta, Schiaretti y compañía se dio en provincias con mejores índices de contagios, como Catamarca, La Rioja y Tucumán, cuyos mandatarios se apuraron a anunciar que se plegarían al toque de queda sanitario que proponía el Presidente para el horario nocturnos. Allí también primaron las razones políticas por sobre las sanitarias. Son tres distritos peronistas donde el Frente de Todos mantiene una alta adhesión.

Eduardo Paladini

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