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Opinión

En la construcción del enemigo, Cristina elige a Rodríguez Larreta

No es la primera vez que un Gobierno intenta construir a un enemigo electoral. En los ’80, Raúl Alfonsín cedió a la tentación de aquellos que le aconsejaron privilegiar a Carlos Menem como adversario. El riojano venía de una provincia lejana del noroeste y no contaba con una estructura de armado político como sí la ostentaba Antonio Cafiero. Hubo radicales que se alegraron cuando el gobernador que usaba trajes blancos y zapatos de charol ganó la interna presidencial del peronismo. Pero ya se sabe como terminó aquella historia.

A los Kirchner les pasó algo parecido con Mauricio Macri. Néstor creía que asociando la imagen del entonces presidente de Boca a la de su padre jamás se convertiría en una amenaza política. “Ojo que Mauricio es Macri”, repetía con picardía cuando era presidente. Tampoco resultó. El empresario al que Cristina le aconsejó fundar un partido e ir a elecciones hizo exactamente eso. Fundó el PRO, fue elegido jefe de gobierno porteño y después presidente. Y siempre a expensas del kirchnerismo.

El mismo fenómeno se está repitiendo ahora. Desde el levantamiento de la Policía Bonaerense, que dejó en evidencia ciertas falencias de la gestión del gobernador Axel Kicillof, y que llegó a las puertas de la Quinta de Olivos, Cristina Kirchner tomó en sus manos la solución de cada problema sensible que complicó al gobierno de Alberto Fernández.

Y el enemigo político al que le cargó la responsabilidad en esas situaciones pasó a ser Horacio Rodríguez Larreta. La Vicepresidenta ya había dicho públicamente que la Ciudad de Buenos Aires tenía demasiados ingresos para llevar a adelante su gestión autónoma. Y fue la ideóloga del recorte de los fondos que el gobierno porteño recibió cuando Macri le traspasó la policía. Ese anuncio de Alberto Fernández frente a los intendentes de Juntos por el Cambio liquidó la fantasía del consenso que el Presidente había intentado mostrar cuando arreció la pandemia.

Desde entonces, todos los cañones del Frente de Todos están apuntados contra Rodríguez Larreta. Máximo Kirchner lidera la ofensiva en el Congreso, como sucedía esta madrugada con el avance en Diputados sobre los fondos coparticipables de la Ciudad. Sergio Massa ya no disimula su impotencia para tratar de jugar al equilibrista y Alberto Fernández casi no cuenta en este juego.

El mejor ejemplo es el desastre del velatorio de Maradona en la Casa Rosada. Cuando la gente derribaba las vallas en el centro porteño y los barrabravas caminaban a los gritos por los pasillos de la casa de gobierno, el ministro Wado de Pedro escribía un tuit acordado con Cristina pidiéndole a Rodríguez Larreta y a Diego Santilli que frenaran la represión en las calles. Fue la manera más rápida que encontraron para ocultar la desorganización que se transmitía en tiempo real por todas las pantallas del mundo.

Si en los primeros tiempos el Presidente y la mayoría de los ministros aprovechaban cada declaración política para ajustarle las cuentas a Macri, en los últimos tres meses esa estrategia ha pasado a tener como destinatario casi exclusivo a Rodríguez Larreta. “Él es el que mejor mide y el rival más complicado para las presidenciales de 2023”, se anticipa un kirchnerista obsesionado con las encuestas. “Por eso, no tenemos que cometer el mismo error que cometimos con Macri y vamos a cortarle las piernas ahora, antes de que sea más difícil”. Nada mejor que una metáfora maradoniana en estos días de homenajes multiplicados.

El primero en advertir este cambio de tendencia en el peronismo fue el propio Rodríguez Larreta. Como animal político que es, el jefe de gobierno porteño esperaba que este escenario se diera después de las elecciones legislativas del año próximo. Pero el deseo no se le va a cumplir. La interna de Juntos por el Cambio está demasiado sensible todavía y su relación con Macri atraviesa el cielo inestable de las reconciliaciones desconfiadas. El armado opositor tendrá que resistir los sacudones del reparto de las candidaturas para 2021.

Rodríguez Larreta debe definir todavía si es conveniente que María Eugenia Vidal defienda sus votos en la provincia de Buenos Aires o si debe probar con un candidato extra bonaerense como el propio Santilli. Y tampoco debe descuidar a su territorio, donde se cruzan las apetencias de Martín Lousteau, Patricia Bullrich y donde muchos larretistas empujan el regreso de Vidal a la Ciudad.

Una encuestadora cordobesa, citada en un artículo de Clarín por Eduardo Paladini, ya lo ubica a Larreta con mejor imagen que el Presidente en Córdoba y en Mendoza, además del aval lógico de la Ciudad que gobierna. Y logra números muy parejos en la Provincia, en Entre Ríos, Corrientes, Salta, Chubut y hasta sorprende ubicándose ahí nomás de Fernández en Santa Cruz. Un viento impensado para el dominio habitual del peronismo en la mayoría de la Patagonia.

La construcción del adversario a medida suele ser una teoría resbaladiza. Le falló a Alfonsín con Menem, a Kirchner con Macri y a Macri con Cristina. El kirchnerismo ha elegido a Rodríguez Larreta como blanco permanente de estos tiempos y le tira con todo lo que tiene para no repetir el fracaso que los expulsó del poder en 2015. Deberán encontrar la fórmula milagrosa en ese laboratorio maldito del poder en que se ha ido convirtiendo la Argentina.

Fernando González

Alberto Fernández Argentina Cristina Kirchner opinión

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