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Opinión

Al final la culpa fue de Piñon Fijo

En la vigésimo cuarta sesión ordinaria de la Cámara de Diputados de Catamarca se cerró el maléfico proceso de pedido de juicio político que se promoviera en contra de los miembros de la Corte de Justicia de Catamarca, el “Pepe” Cáceres  y la “Gringa” Sesto.

Este juicio político atravesó un increíble derrotero, pues desde que públicamente se hizo conocer  el día 1 de agosto  de 2018, que ingresó a la Cámara, dando apertura al mismo, nadie se hacía cargo de la denuncia  en la Comisión de Asuntos Constitucionales, puerta de entrada que abría al proceso de control, de nada más ni nada menos que dos de los miembros del máximo tribunal de la justicia de Catamarca. Eso nos hace sospechar que existen acusaciones en la legislatura que entran mágicamente  -como Campanita, el hada de Peter Pan-, por la ventana y en un volar y aletear te zampan un juicio político. Touché.

Los motivos que determinaron esta acusación fueron la supuesta ranciedad y vetustez de los mencionados jueces, que en Catamarca se adquiere a los 65 años: ¡viejos ya a esa edad! Ni enterados están por éstos lares que cada vez son más las voces que  redefinen el umbral de una persona “mayor” porque la barrera cronológica de los 65 años ya no se corresponde con el envejecimiento.

Los gerontólogos nipones, cultura fuertemente arraigada en estos pagos y estos tiempos de la mano del señor gobernador Jalil -admirador del país insular y vanguardista del barbijo japonés-  han analizado datos objetivos comprobando que las personas de 75-79 años presentan la misma fuerza de agarre en la mano que las de 65-69 años de veinte años antes, por lo que no ven apropiado considerar “viejos” a los sexagenarios actuales.

Ya que de agarre de mano viene la idea, recuerdo que apenas enterado el Pepe de esa acusación, toma el guante (los de las chacras no le esquivan al chancho) y sale a desafiar el convite reclamando formalmente por escrito y con enjundia que muestren la denuncia o que al menos venga Piñón Fijo a formularla.

En Catamarca –visto está- se desprecia a los “viejos de 65 años” y si son solventes intelectualmente, más aún, a pesar que la Corte Suprema de la Nación ha dicho reiteradamente y para el caso que hoy me ocupa, que están habilitados y aptos -éstos y otros- para seguir en funciones- pasando esa barrera cronológica. Ya me dijo un amigo -que de la fauna telúrica mucho sabe-, que no me compare con nóveles jueces cortesanos porque a mí me sobraba edad y me faltaba inexperiencia. Chapeau.

Pero debo admitir que por acá  sí  en cambio se respeta a los animales, hasta para activar denuncias.  Dicho esto, aclaro que de la mano de un oso finalmente apareció la denuncia tan codiciada y reclamada contra el Pepe y la Gringa.

Animal de fuerza desgarradora e inocultable, se pone en marcha ante la omisión estrepitosa del afamado payaso desafiado por Cáceres.  Vale aclarar que por estos suelos solo hay especies de oso hormiguero, hocico largo y tubular que se alimenta de hormigas y termitas que captura gracias a su lengua larga y espinosa y a la saliva pegajosa.

¿Cómo termina la saga?  -que más parece una fábula que un relato histórico contemporáneo-: cómo lo cuento al inicio, se cierra sin pena ni gloria, con escarceos, cacareos,  algunos gritos  y silencios cómplices de los que no se hacen cargo de nada. Con la innecesaridad de haberse cuestionado  injustificadamente a dos personas que representan la máxima autoridad del poder judicial, clavando una  herida más, a la maltratada y maltrecha justicia catamarqueña, gastando recursos de los ciudadanos, ofreciendo un espectáculo merecedor de una performance de payasos (no era errado el desafío de Pepe al payaso mentado –alto valor la ironía - exclusivo patrimonio de los enjundiosos- ), dañando el prestigio de dos históricos jueces serios, honestos, decentes y sencillos y finalmente avanzando miserablemente sobre la independencia de poderes con agravio y desprecio manifiesto de los legisladores que fogonearon esta campaña destitutoria a la vida republicana

Hace más de 230 años se dijo en el art. 16 de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789, "Toda sociedad en la que la garantía de los derechos no está asegurada, ni la separación de poderes establecida, no tiene constitución" y aun pasadas dos centurias no hemos aprendido nada.

Los pueblos con mejor justicia no son precisamente los que más se preocupan por la ciencia del derecho sino por la realidad de la razón; y no es casualidad que la libertad se haya afirmado donde se ha creído en la sustancia del derecho más que en sus sutilezas. (Santiago Sentís Melendo)

 

Amelia Sesto de Leiva Catamarca Gringa José Caceres Pepe Piñon Fijo

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