Mientras sigue creciendo el escándalo por la censura mediática a los artículos publicados por el New York Post sobre las revelaciones surgidas de la computadora del hijo del Candidato Presidencial Demócrata, Hunter Biden, cuyo contenido al ser revisado por el dueño de un servicio técnico luego de que la misma fuese abandonada. Este técnico, pensando que tenía ante sí material ilícito, decidió comunicarse con el FBI para entregar la computadora.
Sorprendentemente, los oficiales de la agencia estatal que se presentaron al local le dijeron que si permanecía callado nada le pasaría y que olvide todo lo acontecido. Debido a esta contestación y luego de que nadie más nadie le respondiese, el dueño del comercio realizó cuatro copias del disco duro y se comunicó con el abogado del Presidente Trump, Rudy Guiliani, al que contó lo ocurrido porque temía por su vida (ya que según sus palabras “se encontraba frente a gente muy poderosa”) y para resguardar el contenido de lo hallado.
Es así que la oficina de Giuliani entregó al FBI el original del disco duro la que contenía información sobre correos comprometedores en relación a operaciones comerciales con Ucrania, China, Rumanía, Irak y Kazajistán principalmente . Y que podrían comprometer la independencia de la Vice-Presidencia en la época del Gobierno de Obama, si bien el Senado americano ya estaba investigando en una serie de audiencias las relaciones de la gestión Obama con Ucrania, tal como adelantamos en un articulo anterior.
El New York Post imprimió un artículo comentando las revelaciones comerciales entre el hijo de Biden y empresas energéticas ucranianas que comprometían a su padre, actual candidato a Presidente de Estados Unidos. La respuesta de las grandes compañías de comunicación social como Twitter y Facebook a la publicación de esta noticia, fue la de censurar y prohibir la circulación de esta publicación y toda aquella relacionada. Se desata así la pregunta de hasta dónde llegan los límites de la libertad de prensa y la influencia de los medios dominantes en marcar la agenda política en la elección de un candidato presidencial. Y de cómo juegan sus intereses corporativos.
El New York Post respondió a esta medida con un nuevo editorial revelando el contenido de más correos electrónicos, esta vez con China, en los que se incluían una serie de acuerdos comerciales con la Empresa Energética Estatal China - CEFC, de al menos 30 millones de dólares sólo por hacer presentaciones políticas en Washington. Y con un acuerdo suplementario del 10% por todos los negocios que se hiciesen, y que estarían destinados a una persona denominada “The Big Guy” (en ingles: El Gran Hombre) sin aclarar a quién se referían. Este nuevo reporte alude al mismo tiempo a los resultados de una reunión en Miami entre el Director de la empresa China Ye Jianming y Hunter Biden, en la que se discutieron las participaciones accionarias para una sociedad destinada al mercado norteamericano de la que participaría ... la familia Biden.
Mientras que todo el contenido de la computadora aún no fue revelado, existirían también en el disco duro de la misma fotos e información comprometedora de carácter sexual, trafico de blancas y de posibles adicciones personales, según revelan fuentes consultadas.
Sumado a estos escándalos existe otro rumor circulando en Washington sobre unos negocios inmobiliarios multimillonarios que el hermano de Joe Biden estaría realizando en Irak como devolución de favores por ayuda material y militar del gobierno de Estados Unidos implementadas para luchar contra ISIS y afianzar al gobierno de aquel país.
Es por esto que debemos preguntarnos sobre la legitimidad y los impactos que los grandes monopolios de comunicación tienen en nuestra vida diaria y en la preservación de la libertad de prensa y la democracia misma.
Este bloqueo a la libertad de información, que puede considerarse sin precedentes en la historia de la prensa moderna, supone la intervención de un conglomerado económico representado por una empresa privada monopólica en el área de las redes sociales al decidir suprimir la difusión de una noticia, en este caso la supuesta corrupción de la familia Biden, aduciendo políticas de ética comunicacional ya que según estos la información no estaba verificada.
No estamos hablando sobre nombres de políticos; sino del derecho a existir de voces independientes o disidentes de los relatos oficiales. Y no ser acalladas por los monopolios mediáticos.
En este drama que se está desarrollando, el Senado de Estados Unidos ha tomado el guante llamando a comparecer a estos gigantes de la comunicación con la amenaza de aplicar la Enmienda 230, que regula la libertad de prensa y obligarlos a dividirse.
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