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Opinión

Viviendo al Revés

Mientras el universo fluye en armonía, el caos mental asedia al individuo lanzado en rebeldías ambiciosas, caprichos infantiles, pero con tenacidad y obstinación adulta.

Enajenado por ambición, el individuo emprende ofensivas quiméricas, personificando una tragedia griega, epopeyas con desenlaces aún más absurdos toda vez que aquellos más duramente derrotados suelen resultarfelizmente victoriosos.

El contraste entre el sereno escenario y el frenesí de sus protagonistas, es colosal:

Escenario: El Universo exhibe transitoriedad, pues todo decae y muere. Nuestro planeta también se muere, aunque lo hace más lentamente que nosotros: la tierra, con sus 4.500 millones de años, es todavía “joven”, pues aún le restan 7.500 millones años de vida hasta que termine siendo insumida por nuestro sol convertido en gigante roja.

¡Efímero, efímero! Volatilidad de volatilidades, señala el Eclesiastés, que Heráclito describió con gran elocuencia: Nadie puede cruzar el mismo río dos veces (pues, al cruzarlo nuevamente, sus aguas serán distintas).

Pero el fenómeno universal no es caótico, pues la armonía marca el ritmo para la sinfonía de lo evolutivo, lo cambiante en acción. Pitágoras ideó el vocablo kosmos para aludir la esencia Sublime en todo evento, la presencia del Éter en los fenómenos, o sea, el Absoluto manifestándose en todo lo perceptible.  Según el kosmos pitagórico, materia o energía no son sino expresión del Éter instando su existencia (precisamente lo que kosmos alude), de modo que el único evento que realmente existe es la admirable Eternidad, literalmente.

Hacia 1935, el kosmos de Pitágoras fue advertido por la Física. Un trabajo de Einstein, Podolsky, y Rosen sobre comportamiento paradójico en partículas, indicaba la atipicidad de un“sincronismo remoto” que el físico cuántico Erwin Schrödinger llamó Quantenverschränkung, Entrelazamiento cuántico, quantum entanglement.

Desde 1999, éste apareamiento remoto se ha comprobado en laboratorios una y mil veces, verificándose la existencia de un estado único (“entrelazamiento a distancia”) que involucra a todos los elementos del sistema. Sea el Universo finito o infinito, la ciencia ahora comprueba que sus elementos están inter-relacionados cuánticamente, al unísono. De modo que La Sinfonía Cósmica ya no sería bella alegoría sino fiel descripción del Universo que se rehace a sí mismo en perpetuo morir y renacer de instante en instante, un presente continuo de reexpresión integral, gradual (evolución) o drástica (salto cuántico).

Comprobada la interconexión a distancia, hay solo un paso para inferir que toda partícula es expresión de la misma Fuente, hecho que Pitágoras denominaría kosmos.

En tal contexto, la armonía resulta absoluta y el caos es un imposible.

Protagonistas: En el universo mental (psiquis) del individuo todo es inverso, pues el caos es su estado normal y la armonía es inconcebible.

Caos con sí mismo (ansiedad, depresión, fobias, pánico, lujuria, ambición, etc.), y caos proyectado al congénere (bipolaridad, hipocresía, ira, envidia, rencor, etc.) perfilan un estado interior de muy difícil manejo por su inercia desestabilizante, cegadora: ¡Cuán ciegos que no pueden ver la serenidad!, se lamentaba Henry D. Thoreau, en Walden.

La Tragedia: La psiquis se estratifica con láminas de fascinación por anhelos (deseos) conscientes o inconscientes, y tal constelación conceptual se remuerde una y otra vez contra la realidad aquí y ahora. La trágica colisión entre lo preconcebido como plan de vida versus el presente inalterable plasma una epopeya con perfil suicida que se reitera con asombrosa obstinación, donde el precio de la desilusión –morder el polvo- es siempre ingrato: angustia, frustración, depresión, infortunio, amargura, o sea, un infierno interior.

Argumento: Valores y sentido común son conveniencia, y conveniencia no es realidad, sino veleidad es de confort y aceptación social. Sucumbiendo al frenesí de alcanzar el ideal cultural que la sociedad propone, se termina adhiriendo al desatino de Vivir al Revés mediante adopción de un extravagante humanismo inverso bajo los siguientes parámetros:

Ser tolerante con uno mismo e implacable con los demás, en vez de exigentes con uno mismo y compasivos con el prójimo; Relaciones personales de mutua explotación, en vez de mutuo sustento; Proyectar una fachada personal aceptable, en vez de depurar el universo interno; Someter al congénere para propio beneficio, en vez de ejercer equidad; El individuo al servicio de la Economía, en vez de la Economía al servicio de sus miembros; Explotar a la Naturaleza, en vez de aprovecharla y conservarla; El ciudadano al servicio del gobernante, en vez del gobernante sirviendo al ciudadano; La salud a merced de la medicina, en vez de la medicina custodiando la salud grupal; Producir alocadamente, en vez de trabajar para generar sustento; Indulgencia en ocio anestésico, en vez de descanso regenerador; Afán tras caprichos hedonistas, en vez de atender lo materialmente necesario; Acumular dinero como fin en sí mismo, en vez de usarlo como medio idóneo; Persuadir con elocuencia hipócrita, en vez de practicar conducta ejemplar; Cultivar oportunismo predador, en vez de altruismo solidario.

Priorizar apariencia encubridora, en vez de buscar lo esencial.

Éste brutal menú de Vivir al Revés tiene reglas igualmente inversas: a mayor progreso, mayor desgracia personal, emulando la parábola El Hijo Pródigo (Lucas 15:11-24) que alude a quienes emprenden Caminos a la Perdición con parámetros similares a los listados arriba.

Desenlace: Arrebatados con tales “valores”, en algún momento la desilusión y el hartazgo sonagobiantes: ¿cómo explicarnos haber sido tan ciegos como para tardar 10, 30, o 50 años para darnos cuenta de haber caído en la trampa ilusoria, el espejismo “del revés”?

¡Bienvenidos al Club del Autoengaño!, diría el cartel a los exhaustos Hijos Pródigos arribados al final de sus odiseas a Ninguna Parte, auspiciando sus peregrinajes de retorno a casa tras mayúsculo despilfarro de energía vital y aplazar “talentos” (virtudes innatas).

Corolario: Conócete a ti mismo, hizo grabar Pitágoras en el Oráculo puesto a su cargo. Tal vez la parábola El Hijo Pródigo sea la mejor descripción de todas las fases del proceso que conduce al objetivo que Pitágoras indicó. Enseñanza magistral, El Hijo Pródigo es un Oráculo galileo con tanta elocuencia que la hace comprensible integralmente, autobiográficamente.

¿Autobiográficamente?

En efecto. Todo lo que fuese integral, no deja nada afuera.

Mirándonos en el espejo de El Hijo Pródigo, vale dilucidar en qué etapa estaríamos situados: a) Sopesando el menú de parámetros egocéntricos; b) Haber concluido la selección de objetivos y ejecutados los preparativos; c) Emprendiendo la odisea hacia el Destino de Grandeza; d) Ya en el camino, sin pena ni gloria, pero con entusiasmo; e) Atascados en el primer tropiezo, con alguna duda; f) En el trigésimo naufragio, ya sin entusiasmo y con mil dudas; g) Más adelante, en ruina física y psíquica, sin meta a la vista y todo lúgubre, pasando de la angustia a la desesperación y remordimiento…  Y barranca abajo, sucesivamente.

¿Será El Hijo Pródigo mi autobiografía, cuadro x cuadro, como cine de celuloide?

Bueno, bueno…, no es para tanto, no exageremos…

¡Bienvenido al Club del Autoengaño!

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