Tras la invasión del virus SARS-CoV-2, la OMS declara pandemia al Covid-19 (neumonía y otras), y se dispara una parafernalia de temor y pánico ante muerte acechando.

Sorprende que, salvo furia por el daño económico y quejas por el confinamiento, la pandemia no ha motivado reflexiones de fondo: peligrosa ingenuidad pues, habiendo hechos que señalan manipulación de coronavirus en laboratorio, vendrían futuras pandemias más calamitosas y mortíferas, con el actual Covid-19 como ensayo previo. Indudablemente, el diseño de armas biológicas no es Ciencia Ficción sino una diabólica realidad.

A mayor análisis, el temor se torna en desesperación, pues la gente percibe su aguda desprotección. Argentina desmanteló su Salud Pública en 1966, y a partir de allí, el gasto anual que insume la Corporación Médica (medicina y medicamentos) creció hasta llegar hoy al 20% del PBI para un nivel nacional de salud muy inferior al de los años 60. Peor aún, el Covid-19 revela que la virología y la inmunología, falanges de la corporación médica, tuvieron su rol en el coronavirus SARS-CoV-2 y en su frenética dispersión.

Virología: Los virólogos manipulan virus, con pruebas in vivo en animales y humanos. Zoonosis es el salto de un virus desde infectar animales a infectar humanos. La bioingeniería actual produce, altera, y recombina genética animal o vegetal. Así, en dos años puede lograrse en laboratorio lo que a la Naturaleza le llevaría 800 años de evolución para que tal vez un virus pudiese extender a humanos su espectro infeccioso.

En 50 años, la manipulación de cepas de virus produjo un temible arsenal biológico, producto de programas secretos con desarrollo propio y/o tercerizaciones encubiertas en sitios remotos. Así surgieron el ÉBOLA (EVE) en 1973; la Influenza Española y el HIV (VIH, SIDA), ambos en 1981; el virus de la “Vaca Loca” (EEB, Encefalopatía Espongiforme Bovina) en 1988; el virus vCJD (Creutzfeldt-Jakob) en 1996; la Gripe Aviar (virus H5N1) en 1997; el coronavirus SARS en China en 2002; la Gripe Porcina, relanzando el virus H1N1 con subtipos A(H1N1) y A(H3N2) en 2009; y el coronavirus MERS (MERS-CoV), en 2012. Estos virus para devastar humanos no tienen origen extraterrestre, sino que fueron orquestados y puestos a punto por virólogos sin escrúpulos, mercenarios con excelente formación científica.

El caso Covid-19 es grotesco. El Instituto Virológico de Wuhan, China, experimentaba con coronavirus SARS desde el 2014. No se sabe si su liberación fue accidental u adrede, pero lo cierto es que la cepa SARS-CoV-2 estaba allí lista para actuar, como terminó ocurriendo. Su ulterior propagación global –pandemia- es bien conocida. El ultra-contagioso SARS-CoV-2 es una proeza de la virología que asesta duro castigo a la salud humana, con apoyo o silencio de inmunólogos e infectólogos en particular y de la corporación médica en general, todo ello bajo muy sospechosa “vista gorda” de la geopolítica de naciones líderes.

Inmunología: La Inmunología sería enemigo acérrimo de la Virología que elabora cepas virales mortíferas, pero… la realidad señala lo contrario: el inmunólogo es el socio perfecto del virólogo criminal, pues, debilitando el sistema inmunológico, se favorece la eficacia infecciosa de cualquier virus o bacteria.

La inmunología propicia poblaciones débiles, fármaco-dependientes, controlables. El tan disperso impacto del Covid-19 es un claro ejemplo: del 100% infectado, el 45% no tiene síntomas; un 20% tiene síntomas leves, otro 20% con efectos serios, y el 15% restante sufre cuadros severísimos, segmento en el que casi la mitad (aprox. 7,5% del total) halla la muerte. Esto deja muy claro que: a) En el 92% de los infectados, su sistema inmune extermina al virus, sin haber sido vacunado; b) El 35% de la población tiene respuesta inmune peligrosamente baja, en abismal contraste con el 65% de infectados cuya salud ni siquiera se inmuta cuando resultan infectados por el Covid-19. Por cierto, la raza humana es única, pero su muy diverso tenor de respuesta inmune es una anomalía inexplicable y “misteriosa” que la Inmunología prefiere ignorar para ocultar su responsabilidad causal.

Debilitar a la población es estrategia añeja. Al invadir América, los godos ibéricos se asombraron ante la fortaleza de las etnias americanas. Al descubrir que la chía, la quínoa, y el amaranto robustecían a los nativos, prohibieron esos cultivos en toda América. Pues bien, la Inmunología hace exactamente lo mismo: como la salud depende del vigor de la respuesta inmune, hay que malograr el sistema inmunológico para así forjar individuos frágiles, vasallos de la industria médica y farmacéutica.

Despreciando al individuo desde antes de nacer, la Inmunología no objeta partos anticipados o la malnutrición infantil, ni propicia la lactancia materna. Tampoco impulsa análisis del sistema linfático, ni del sistema enzimático, o chequeos de la respuesta inmune. A su vez, lejos de esbozar ni causas ni cura de las auto-inmune-agresiones (mal de Alzheimer; esclerosis múltiple, psoriasis, etc.), tolera el uso irrestricto de inmunosupresores (corticoides, etc.), y el abuso de otros fármacos sin ponderar sus efectos nocivos sobre el sistema inmune.

Por sus frutos, la Inmunología debería llamarse Inmunosupresorología, pues ostenta el liderazgo en criminalidad sanitaria.

Vacuna Nürnberg: En vez de pregonar una vacuna supuestamente “redentora” para el Covid-19 que, sin haber visto la luz aún, ya hizo ultra-millonarias a varias biotecnológicas que la prometen, se aprecia infinitamente más terapéutico implementar un Juicio de Núremberg al pandemónium de inmunólogos, virólogos, e infectólogos para cauterizar definitivamente su cobarde accionar, tan tristemente lesivo para la humanidad.