Afirmar que Catamarca es una provincia sin futuro es doloroso y real al mismo tiempo. Con un gobierno débil, un poder omnímodo y una oposición deshilachada, la afirmación se transforma en una verdad irrefutable. Veamos:

Raúl Jalil es un gobernador que carece de poder, que camina en forma constante por la ciénaga que le tendió Ángel Mercado desde el primer día. El pacto electoral funcionó, el pacto de poder es otra cosa y los hechos están a la vista.

El poder se asienta en el Vicegobernador, Rubén Dusso que controla todos y cada uno de los movimientos de Jalil, es la cara visible del anterior gobierno y uno de los principales paladines de la impunidad. Pero hay otros.

Un calco de lo que ocurre en Nación. Alberto Fernández es presidente, ganó la elección, pero el poder se sustenta en la presidencia del Senado Nacional o dicho de otro modo, en la vicepresidencia de la Nación.

Ambos, el presidente de la Nación y el gobernador de nuestra provincia están enredados en esa madeja del poder que solo busca, llamativamente, tanto en en Nación como en nuestra provincia, el mismo objetivo, que es la impunidad o dicho de otro modo, huir de la ley, sin importar el precio político.

Ganaron sus contiendas electorales a lo Pirro, aquel general romano que después de ganar la batalla advirtió que todos sus soldados había muerto. Ellos ganaron y están solos, Pirro, Jalil y Fernández.

Dejando de lado la historia antigua y la cuestión nacional, vale la pena desentrañar la afirmación relativa a la falta de futuro de Catamarca. La oposición, ante el escándalo policial, el destape del narcotráfico en el poder y la gravedad institucional, actuó en forma correcta.

Propuso una interpelación al Ministro de Seguridad, que no es otra cosa que pedir explicaciones sobre el curso de los acontecimientos, que son de extrema gravedad y tienen en vilo a una buena parte de la opinión pública. El problema es que los interbloques opositores son fuerzas dispersas y deshilachadas, carentes de una identidad basal y partidaria fuerte.

Bastó observar el armado de las listas preelectorales, las estériles internas, el mamarracho que es el PRO, la pequeñez de la Coalición Cívica, lo dividido que se encuentra el Radicalismo para saber de antemano, que el fracaso político estaba a la vuelta de la esquina, el mismo 27 de octubre de 2019. Los resultados lo confirmaron. Es que cuando se hace todo mal, las consecuencias siempre son muy malas. El rechazo de la interpelación es parte del fracaso.

El Corpaccismo hizo las cosas mal cuando fue gobierno. No obstante, sus principales referentes se las ingeniaron para mantener el pacto de poder e impunidad. Colocaron a sus mejores hombres en lugares estratégicos. Mejores hombres no es sinónimo de funcionarios probos.

Marcos Denett, hoy Fiscal de Estado, es el peor ejemplo y otro de los alfiles de la impunidad. Mejores hombres para el corpaccismo es sinónimo de tropa que asegura impunidad. Los puestos claves de la actual administración fueron todos elegidos por la pareja “doble comando”, los verdaderos “dueños del poder” y algo más, algo tangible y fácil de imaginar, mientras Catamarca sigue sumergida en una pobreza que es estructural.

Y ellos son los encargados, no de proteger al Ministro de Seguridad, que no es del palo, sino de aventar cualquier riesgo que pueda poner en jaque la seguridad personal de muchos funcionarios que caminan por la cornisa de la legislación penal, de las normas punitivas y que saben, del mismo modo que lo sabían los comisarios presos, que la espada Damocles también pendía y pende sobre sus cabezas, no sólo en materia de estupefacientes sino también de otros minerales, un tanto más duros y preciosos que la materia blanca, esa que abunda, a diferencia de la materia gris, que escasea.

El formal gobernador Jalil y sus municipales, ahora ubicados en la Casa de Gobierno, frente a la Plaza 25 de Mayo, con escasez de movimientos, atados de pies y manos, con sus bocas amordazadas, por ahora solo pueden, ocuparse de temas menores, recorrer la provincia, recibir intendentes, arreglar calles, repotenciar pozos de agua, reparar caños, promover Catamarca en la Feliz, guitarrear de lo lindo, comerse unos sándwiches con champagne a 41.000 pies de altura o sacarse fotos con el Sultán de Dubai. De lo “importante” se ocupa el “doble comando”, que permanece en tierra.

La prueba es que Hernán Martel quería hablar, tanto como cuando explicó cómo fue el operativo conjunto entre la Policía de la Provincia de Catamarca y las Fuerzas Federales para detectar, perseguir y detener al mal funcionario policial que traía, para seguir arruinándoles la vida a los jóvenes catamarqueños, 39 kilogramos de una sustancia herbácea conocida como marihuana, con rédito financiero para los socios locales, antiguos distribuidores acostumbrados a trabajar zonas liberadas, precisamente del anterior gobierno, los ochos años de Corpacci.

El Ministro de Seguridad estaba dispuesto a relatar a la oposición los detalles de sus acciones, tendientes a desarticular las bandas de narcos que operan desde hace mucho tiempo en Catamarca. Pero Cecilia Guerrero, del grupo de los “intocables de siempre”, del inefable equipo de los paladines de la impunidad, presidenta de la Cámara de Diputados ya tenía redactado el decreto de rechazo, que lejos de sumar democracia y debate, solo dejó a la oposición y a los  catamarqueños con un sabor amargo en la boca y un pesimismo concreto en el horizonte.

Sin Justicia no hay República y sin debate no hay democracia. El pacto de impunidad sigue firme, Corpacci lo sostiene y Catamarca no tiene futuro.