El llamado "Match in Africa" que reunió a 51.954 espectadores en el Cape Town Stadium y superó con holgura los 42.517 que el suizo había congregado en Ciudad de México con el alemán Alexander Zverev, ha trascendido el resultado mismo e incluso el loable propósito de su carácter benéfico.

Hace tiempo ya que Federer está abocado a hacer coexistir sus últimas temporadas en el circuito profesional con partidos cuyos fondos son destinados a su fundación y que, en el caso particular de esta victoria a expensas de Nadal, expresaron la satisfacción adicional de haberse consumado en la tierra natal de su madre, Lynette, sudafricana de Kempton Park, Gauteng.

Por cierto, referir "últimas temporadas" y no "la última", a secas, establece un estricto respeto a los dichos del helvético, que en principio había deslizado que su límite podría ser representar a su país en los Juegos Olímpicos de Tokio, por desarrollarse en medio de su cumpleaños 39, pero habida cuenta de su buen nivel y de su admirable reserva de energías hizo notar que -de momento- no ve motivos para acelerar su retiro.

Mucho más lejos de la hora de colgar la raqueta se los ve a Djokovic y Nadal, próximo cumplir 33 años el serbio número uno del mundo, cercano a los 34 el español número dos y ambos lozanos y deseosos de persistir en la mera alegría de jugar y por extensión, si cabe, en la acumulación de títulos y desplazar al joven-viejo Roger en el escalafón de los Grand Slam que lidera con dos decenas.

Con la reciente conquista del Abierto de Australia el balcánico ha llegado a 17 de los llamados "grandes", mientras que Rafa, con 19, se relame a la espera de la cita mayor en la superficie en la que es el mejor de todos los tiempos.

En Roland Garros, los registros del oriundo de Manacor son igual de inauditos que de brillantes: entre 2005 y 2019 lo ha ganado doce veces, es decir, en todas menos en las versiones de 2009, 2015 y 2016.

Nadal es ganador de 84 títulos de ATP y 981 partidos, amén de doble oro olímpico (individual en Pekín 2008 y en duplas en Río de Janeiro 2016) y cinco veces campeón de la Copa Davis con España, un palmarés de fuera de serie en un terceto que ha roto todas las barreras en materia de vigencia y de sincronía.

Federer lleva 103 títulos (a seis del zurdo estadounidense Jimmy Connors, el colosal 'Jimbo top 10' durante 16 años, contemporáneo de su compatriota John Mc Enroe, de Guillermo Vilas, del sueco Bjorn Borg, del checo Iván Lendl y el rumano Ilie Nastase) con un total de 1242 partidos ganados. A su vez, 'Nole' Djokovic registra 78 títulos y 906 partidos ganados.

Y si por un instante compartieran sumas, restas y vitrinas, tendríamos un pozo absoluto de 265 torneos conquistados (¡de ellos 56 Grand Slam!) y 3.129 partidos ganados.

Se soñaron gigantes y son gigantes: "quisiera ser el mejor tenista", confesó un Federer adolescente; "el tenis es un deber", declaró Djokovic cuando tenía siete años, y de Rafa, qué decir de Rafa: antes de haber cumplido 16 años ya se había convertido en en el jugador más joven en ganar un partido del circuito de la ATP.

Así se escribe la historia: un grandísimo jugador como el escocés Andy Murray ha debido contentarse con tres coronaciones en Grand Slam y el talentoso suizo Stanislaw Wawrinka con otras tres.

Y entre los espléndidos exponentes de las nuevas camadas, el austriaco Dominik Thiem todavía no ha superado el límite de las tres finales, el moscovita Daniil Medvédev se quedó en la puerta del Us Open 2019, mientras el alemán Alexander Zverev y el griego Stefanos Tsitsipas no han pasado de semifinales.

Nada personal con todos ellos, podrían decir, dicen sin decir, Federer, Djokovic y Nadal, del derecho y del revés y en el orden que se prefiera.

El de Roger, Novak y Rafa es un cielo pleno, cristalino, de luminosa complicidad; y el cielo de los otros, por buenos que sean, se obstina en hacerse esperar.