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Sociedad

Dos docentes y una veintena de chicos le dan vida a la única escuela de la Antártida

Fundada bajo la idea de afirmar la soberanía antártica argentina a partir de la población del territorio, la Base Esperanza tiene la singularidad de que todo el personal que trabaja en ella es acompañado durante todo el año por sus familias que se asientan en el caserío de la base que cuenta con el funcionamiento de un pequeño pueblo.

Cerca de nueve familias pasan los inviernos antárticos allí desde 1978, e incluso en esa base nacieron ocho niños argentinos en esos años.

Los niños y niñas que todos los años acompañan a sus padres en la aventura de vivir durante un año en la Antártida asisten a la escuela administrada por la provincia de Tierra del Fuego y que hasta diciembre del año pasado estuvo a cargo de un matrimonio de una sanjuanina y un correntino.

Romina Lemos Pereyra nació en San Juan hace 39 años pero se crió en la ciudad fueguina de Ushuaia, mientras que su esposo Néstor María Franco nació hace 38 años en la ciudad correntina de Ituzaingó y se crió en Formosa, y juntos tienen a Ignacio de 15 años y Mora de 8.

Ambos estuvieron a cargo de la educación de los chicos argentinos en la Antártida en 2016 y 2019, dónde también contrajeron matrimonio el 26 de noviembre de 2016.

Lemos Pereyra le contó a Télam que “el gobierno de Tierra del Fuego convoca todos los años a matrimonios de docentes a postularse para cubrir los dos cargos docentes de la escuela de Base Esperanza y fue la curiosidad por conocer ese lugar tan privilegiado lo que nos llevo a embarcarnos en este proyecto educativo tan particular”.

Sobre este punto, su esposo dijo a Télam que “al poco tiempo de llegar a Ushuaia, me cuentan de la existencia de una escuela en la Antártida y desde ahí no paré hasta concluir con este sueño, el cual me parecía muy descabellado que la provincia tuviera una escuela ahí, y unos de mis interrogantes era cómo sería dar clases en este lugar”.

“Hoy puedo decir que es lo mejor que me pudo pasar como maestro, poder prestar servicios y hacer patria en unos de los lugares más inhóspitos del planeta”, agregó Franco.

Lemos Pereyra recordó que “cuando empezamos a pensar el proyecto era sobre el imaginario que uno tiene sobre la Antártida, poca población escolar, mucho frío y nieve, una vida más en el interior; las expectativas eran disfrutar al máximo lo del entorno natural, la belleza de sus paisajes y generar vínculos con personas que no conocíamos”.

“Descubrí un lugar mágico, atrapante, con una infinidad de cosas por hacer, un lugar lleno de vida. Tuvimos la oportunidad de hacer dos campañas antárticas”, añadió.

Al respecto, Franco agregó que “al escuchar hablar de la Antártida el imaginario que uno tiene, es que es un lugar de encierro, frío extremo, muchas horas sin luz natural, cubierto de nieve, etc; pero al llegar, te encontrás con un lugar lleno de vida, con paisajes increíbles, con una fauna privilegiada; llegás y te reciben los pingüinos, los encontrás por todos lados, los ves nadar en el mar y escuchar el sonido gutural es increíble, ni hablar de visitar la colonia de pingüinos Adelia, que es la segunda más grande del mundo, más de 200 mil parejas”.

Sobre sus tareas a cargo de la escuela de la Base, Lemos Pereyra dijo que “dar clases en la Antártida es muy particular, no solo por la escasa matrícula, sino por la dinámica. Somos junto a mi marido los únicos docentes a cargo de todas las materias en una escuela de doble jornada y por fuera de la institución tenemos relación con nuestros alumnos que son amigos de nuestros hijos y nos vemos constantemente”.

“La vida en Base Esperanza es única por la presencia de familia y niños, es muy convocada a nivel mundial porque es la única del continente Antártico y es Argentina”, destacó.

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