Sería necesario hacer una profunda investigación sociológica para encontrar respuestas que explicaran razonablemente y con fundamentos, por qué los sucesivos gobiernos de Catamarca han rechazado la inversión productiva extranjera no extractiva. Veamos un caso, aunque en otros departamentos, existen otros.

Y mientras no haya concluido un proceso, no nos referiremos aquí en tiempo pasado sino en presente. En efecto, el Poder Judicial catamarqueño propicia el vaciamiento patrimonial y la esclavitud laboral en la finca La Veloz (Capayán), la finca olivícola más productiva del Valle Central.

La Provincia de Catamarca se jacta de auspiciar la inversión extranjera. Ocurre que el 95% de la inversión extranjera en Catamarca no es productiva, sino extractiva, es decir, se ciñe a depredar cordillera y pre-cordillera catamarqueña para capturar recursos no renovables (oro, plata, cobre, y litio, principalmente) con sustancial daño ecológico a corto, mediano, y largo plazo, ello a cambio de regalías insignificantes y casi nula generación de empleo.

Pero la única inversión productiva, o casi la única, porque hay otras y también jaqueadas por la inseguridad jurídica, de capital 100% extranjero viene resultando desquiciada por acción del Poder Judicial provincial, por el ministerio público y por los auxiliares de la Justicia (peritos, síndicos, abogados etc.). El gobernador electo Raúl Jalil tiene la oportunidad histórica de detener la sangría y revertir la peor tendencia que puede tener una provincia, que bate récords negativos, en empleo público, en desocupados y en pobres.

Es así, durante el año 2006, empresas del Commonwealth Británico y un ciudadano de los EE UU adquirieron la totalidad de las acciones de Digis S..A, y Herdit S.A., empresas catamarqueñas propietarias la finca “La Veloz” (Ruta Nacional 38, en Capayán), la finca de mayor productividad en la Provincia, a fines de expandir plantaciones de fruta de mesa y para aceite, con fines de de exportación. Es decir divisas genuinas para Catamarca.

Mediante diversos artilugios, con notificaciones impropias, una de esas empresas –Digis S.A.- fue declarada en quiebra en 2005, y desde entonces, juzgado, sindicatura, y coadministrador no han cesado en propiciar el desguace y saqueo de esa finca tasada judicialmente en 7,2 millones de dólares y con créditos a cobrar por dos millones de U$S adicionales, a su vez dejando a los empleados librados a percibir dádivas de subsistencia por un arrendatario contumaz apañado por la sindicatura.

Con semejante desquicio in crescendo, la inminente acción resarcitoria por los accionistas hará pasible a la provincia afrontar daños y perjuicios del orden de los diez millones de dólares, con el consecuente escándalo que, va de suyo, ahuyentará terminalmente todo ánimo de entes extranjeros para intentar producir en Catamarca con capital propio.

Lo asombroso del caso es que, trascendiendo la ya reprochable inseguridad jurídica se ha convertido en depredación jurídica, literalmente, abusando del extranjero inversor de buena fe.

Con la llegada al poder de un nuevo gobernador, que viene del sector productivo, que es empresario y a la vez profesional, renace la esperanza de que en estos cuatros años, el flamante mandatario se comprometa a favorecer con sus políticas públicas, la radicación de empresas extranjeras de carácter no extractiva.  En ese sentido, durante una entrevista en Radio Nacional prometió que uno de los ejes de su gobierno estaría enfocado en favorecer el sector agropecuario.

Además desde éste diario y por nuestra línea editorial propugnamos que el gobernador electo ponga foco en su gestión en la depuración del Poder Judicial tanto como el Ministerio Público Fiscal, que lejos de ser orgullo de la provincia resultan ser estamentos vergonzantes por los altos niveles de corrupción imperantes.

En materia de corrupción dentro del poder judicial, del ministerio público y de los cuerpos de peritos y auxiliares de la justicia, al que le quepa el sayo, que se lo ponga. Flaco favor hacen a la matriz productiva de una provincia que se encuentra en permanente estado de agonía.